No era necesario
Ahí estabas
                    esperando

                                  Para Mercedes

I

No era necesario inclinarme
ni hacer reverencias al ventanal
o ver la calle, la fábrica
y el lento transcurso de las horas y los autos

Ahí estabas
como la prueba irrefutable del equilibrio
como la forma más pura del silencio

Ahí estabas esperando
mientras el paisaje de la ciudad
bloqueaba tus ojos
exigiendo la palabra necesaria.

II

No era necesario inclinarme
ni hacer muecas a las ventanas
o adivinar el oriente a mis espaldas
y el norte enajenado de autos en la calle

Ahí estabas
reteniendo las pruebas de la mañana
como la expresión más silenciosa de la verdad

Ahí estabas esperando
mientras la ciudad desfilaba ante tus ojos
extrañando entumecida
la dicción exacta de ese nombre.

III

No era necesario inclinarme
ni hacer aspavientos a la ventana
o predecir la calle sin testigos
o la sucesión de autos resignados

Ahí estabas
atestiguando a fuerza
los muros insalvables del silencio

Ahí estabas
deshaciendo la ciudad con la mirada
preparando el instante
para dejar caer la palabra.

IV

No era necesario inclinarme
ni murmurar tempestades a la ventana
o auscultar los párpados de la calle
ni las aves -notas- en el alambrado -pentagrama-

Ahí estabas
a punto de hablar
de demoler el silencio a picotazos

Ahí estabas esperando
las señales de la calle,
deseando arropar la palabra
para sabotear al invierno.

V

No era necesario inclinarme
ni asustar al ventanal desprevenido
o recorrer la calle en ruinas
en precisa relación de autos

Ahí estabas
detenida, expectante,
implacable con el silencio

Ahí estabas esperando
edificios disfrazados de humoniebla
hambrientos de esa palabra
que dejaste caer gota a gota.

Profecía del fin


Habrá una isla
que no podrá contener
la débil brisa
que surge de los glaciares 

Habrá una llanura
que morirá sin conocer tu nombre
y a través de la marisma
y la laguna litoral
querré asir tu sombra inabarcable
y no tendré manos ni brazos
porque habré muerto de hambre
en el cepo gris de la mañana 

Habrá un sol
              -ojo
sobre el cielo
              -rostro
sorprendido
que sólo observará tus huellas
y este espejo amenazador
en que inútilmente trato de retenerte

Océano de tibias imprecisiones

Pensaba en tus pies mojados
y el viento desataba olas
escribiendo a dentelladas
sobre la arena saturada de la playa.

En el horizonte
las dunas que la marea transportaba
ofrecían sus enormes senos a la brisa.
Había un muelle que atardecía en tus ojos
una luz que no proyectaba sombra de duda
un brazo de mar que te tomaba del talle.

Pensaba en el empuje prescrito del agua
y en la ardua evocación de lo ocurrido.
Eras el oasis donde el mar se refugiaba
de esas formas obscenas que adopta el sol
cuando cae sin esperanza sobre los arrecifes.

Sé que hay un puerto asomando en tus muslos
un océano de tibias imprecisiones
una arena más húmeda y suave al tacto.

Pensaba en tus pies mojados
y en las olas arrastradas hasta ellos.
Yo sentía entonces el rumoroso calor
que provenía del mar y de tus piernas
y de las táctiles arenas de la playa
que no son sino mis manos.

Contradanza

Si camino a ciegas
arden a solas tus pasos

Si acaricio la sombra
el sol incendia los campos

Si el viento cruza el parque
los árboles son tus manos

Si sueño tu corazón
abro los ojos de espanto

Si murmuro tu nombre
el viento desata barcos

Si miras mis grietas
se despeñan mis brazos

Si camino a ciegas
arden a solas tus pasos

Construcción de la ciudad

A list arzubide

Como el mundo es plano y para verlo sólo tienes un ojo
estás en el centro de la tierra
frente al medio círculo
que abarca tu mirada.
En el espacio rectangular
ha surgido la línea del horizonte
-que es recta, porque el mundo es plano-
; a esa altura está tu ojo.
Cada punto en ella es de fuga
y dos líneas que convergen
forman la calle.
Todo se ha vuelto
paralelo // y vertical
; levanta lo que serán los muros
p.l.a.n.t.a los semáforos
que f l o r e c e r á n
cuando la calle se llene de autos.
Mírala:
Esta ciudad es tuya
y ayer
la arrojaste a puñados
al camino de hierro.

Invocar el recuerdo

Para Nora

Cuando tomé el camino de la lluvia
supe que llegaría a esa llanura
suplicando la luz evasiva
que a veces arroja tu mirada.

Hoy quiero que modeles planetas perfectos,
cerámica imposible en otras manos
y dibujes con una línea
la fauna taciturna
que habita el jardín de tu mente.

Hoy te celebro
en el arroyo seco de las horas
en los rincones que ahora habitas
en la tierra estéril
que has fecundado de paciencia,
en las palabras anidadas en tu mente
y en lo que no dije
porque la lámpara deslumbrante con que sueñas
ya lo había adivinado.

Hoy te celebro
con las luces que encendiste en mí
con la voz que halló tu oído
con las palabras
que si no existieras
te habrían inventado.

Mi único hallazgo fue tu rostro,
la única moneda en mi bolsillo,
fue la luna que descolgaste de la ventana
y la derroché en estrellas tímidas
y en cometas medrosos de arder;
vivo en la ciudad
y la ciudad vive en tus labios
sueño con la selva
y no hay más selva que tu insomnio
quiero ver tu sombra
y no acabo de soñar con tus lágrimas.

Por eso quiero celebrarte,
por lo que pensé muerto
cuando no había nacido,
por lo que resucita en el mar
de estrellas desveladas,
por lo que murmura el azar
cuando te descubre en la acera
y por lo que aprendo a solas
cuando invoco tu recuerdo.

Declaración de espera

La ciudad no era entonces
la nostalgia del frío
la repetición de imágenes sin espejo

La ciudad nacía desnuda en la lluvia
y las arenas de la noche
recorrían el verano
azotando las estatuas
con sus dedos diminutos

Siempre que llegabas, llovía

Y yo esperaba
las delicadas caricias de la niebla
como mi único destino,
augurio de tu regreso
a la calle inundada:

Tus cabellos guardaban del paisaje
lo que mis ojos buscaban en la noche.

Ahí me quedé a esperar la lluvia

El tiempo derribó las paredes
y diluyó el color del adiós;
la ciudad se extendió en solares
y en sus brazos crecieron los edificios.

Desde entonces
miro las cosas con ojos tan distintos
que nadie puede reconocerlas,
veo palabras escritas por ciertos naufragios
y me sorprende la caída de un ave
herida en su amor propio.

Búscame
Evoca mi boca
Extraña mis manos

Ahí sigo, aguardando
en la profundidad ilusoria
de tus ojos
urgido de tu presencia para hacer metáforas.